¿Cómo amar a dios?
Para llegar a gozar de la vida eterna no basta
saber que Dios existe, se necesita amarlo y demostrar ese amor con obras,
esforzándonos en cumplir la voluntad del Señor.
Recordemos el ejemplo de aquel joven médico,
que fuera de su país, al leer el periódico descubre la
foto de una linda chica de su tierra y su dirección, se decide
a escribirle y cortejarla a distancia, enamorándose cada día
más.
Algo parecido sucederá si no empezamos
a amar a Dios en esta vida: no hay modo de unirnos a Él en la eternidad.
Si nuestro corazón llega a la eternidad sin amor de Dios, la dicha
simplemente, no existirá. Como un hombre sin ojos no puede ver
la belleza del firmamento estrellado, un hombre sin amor de Dios no puede
ver a Dios; entra en la eternidad ciego. No es que Dios diga al pecador
impenitente (el pecado no es más que una negativa al amor de Dios):
“Si no vienes preparado, no quiero que te me acerques. ¡Largo
de aquí para siempre!” No. El hombre que muere sin amor de
Dios, o sea, sin arrepentirse de su pecado, ha hecho su propia elección.
Fue él quien, consciente y lúcidamente, rechazó de
un manotazo la amante invitación que Dios le ofrecía.
Lo primero será, pues, conocer todo
lo que podamos sobre Dios, para poder amarlo, mantener vivo nuestro amor
y hacerlo crecer. Volviendo a nuestro imaginario galeno: si ese joven
no hubiera visto el periódico donde aparecía la chica, resulta
evidente que nunca habría llegado a amarla. No podría haberse
enamorado de quien ni siquiera sospechaba su existencia. E, incluso, si
después de ver su fotografía, el joven no le hubiera escrito
y por la correspondencia conocido sus virtudes y su personalidad, la primera
chispa de interés nunca se habría hecho fuego abrasador.
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